La ira que nace de tu profundidad,
rompe y arrasa, como todo enfurecido mar.
Gritos como olas,ahogan la felicidad,
hasta congelar la belleza de amar.
Súbitamente, nació la tormenta.
Apagando cada rastro de las llamas.
Donde ya no quedan cenizas,
promesas ni llantos a implorar.
El frió vació nos abastece
a una profunda oscuridad.
Durante cada invierno
nos ha de alejar,
sin podernos hallar